Etapas de la organización nacional
Actividad: Leer con atención el siguiente material para
responder estas preguntas.
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La economía en la década de 1850
Al finalizar los
años 50 la economía nacional se había recuperado. Dos factores lo explican: a)
la economía europea había entrado en una fase expansiva (1850-1873) que también
habría de arrastrar al pequeño Uruguay; b) fue un período de paz interna.
Crecimiento demográfico
Como se dijo, el
Censo de 1852 daba 132.000 habitantes, de los cuales 34.000 vivían en
Montevideo. Bajo el gobierno de Bernardo P. Berro, en el año 1860, se realizó
el segundo Censo Nacional. Aunque casi tan imperfecto como el primero, sus
cifras denotaban un crecimiento singular: 221.000 habitantes para toda la
República, de los cuales 58.000 en Montevideo.
Entre los Censos
(1852 y 1860) la población total creció 67,65%(de 132 a 221) la de
Montevideo 70% (34 a 58). En tal incremento tuvieron incidencia fuerte el
aumento de la natalidad y el ingresos de inmigrantes. Hubo una tasa elevada de
natalidad, correspondiente a matrimonios con mujeres jóvenes (menos de 20 años)
y por tanto, con fuerte capacidad de reproducción, que hacía comunes parejas
con ocho, diez o doce hijos.
La inmigración
fuerte comenzó en los años previos a la Guerra Grande. Ya entre los dos Censos,
Montevideo había pasado de 15.000 a 27.000 extranjeros. En todo el país, los
extranjeros pasaron del 21% (en 1852) al 35% (en 1860), de los cuales casi
20.000 eran brasileños (la penetración por el norte y el este), 18.000
españoles, 10.000 italianos, casi 9.000 franceses, etc. En el interior, la
densidad de población seguía siendo muy baja, subiendo penosamente de 0,5
habitantes por km2 (en 1852), a 0,9 (en 1860). El "vacío demográfico"
que había caracterizado a la Banda Oriental, continuaba bajo la República ya
bien entrado el siglo XIX.
Las
transformaciones en la economía y en la sociedad
Su trascendencia
Mientras
la vida política tendía al renacimiento de las luchas civiles, venían
sucediendo desde 1860 lentas pero firmes transformaciones en la sociedad y la
economía. De ellas surgiría un nuevo clamor –más fuerte que el escuchado en 1852-
por la estabilidad interna. Esos cambios no eran tan espectaculares como los
variados sucesos del escenario político, pero iban minando al viejo Uruguay
caudillesco y pastoril.
Las
guerras civiles correspondían a una etapa de la vida nacional, aquella en que
los bienes existentes en el medio rural valían poco, los hacendados se
disputaban la tierra, y el gobierno central era débil al extremo de no poder
imponer su autoridad más que en la capital. Pero las guerras civiles iban a
incrementarse a partir de 1868, cuando estos factores de perturbación cesaron o
estaban a punto de hacerlo. Ello demostró que no existía una correspondencia
automática entre lo político, de una parte, y de lo económico y social de la
otra.
En
lo económico y social, del antiguo país quedaba muy poco, en 1868. Los
comerciantes se habían convertido en una potencia a raíz de la prosperidad
vivida por el “comercio de tránsito” en su hora más gloriosa (1860-1868). Y los
comerciantes, en su mayoría extranjeros, exigían una garantía para mantener su
posición prominente y su riqueza: paz interna y gobierno fuerte.
Los
estancieros no explotaban sólo el vacuno criollo. A él se agregó en esos mismos
años el ganado lanar. La disputa por la tierra estaba por concluir, pues desde
la Guerra Grande venía afirmándose los grandes propietarios que ya no se
amparaban en los caudillos en búsqueda de seguridad y amparo. Las revoluciones
que antes dañaban bienes que tenían escaso valor, ahora destruían estancias
mejor equipadas, con carneros de pedigrí, que necesitaban alambrarse y que no
se hacía por miedo a las perturbaciones políticas. Matar un novillo cuando la
carne era de difícil colocación en los mercados tasajeros, no alteraba
mayormente al hacendado. Matar una oveja, cuando esta daba lana todos los años
que era siempre bien recibida y mejor pagada por un ávido mercado mundial, fue
un crimen.
El
ovino, además, favoreció el afianzamiento de la clase media rural por requerir
menos campo y de menor calidad que el necesitado por el vacuno. Así se produjo
otro elemento más de estabilidad social y política y de diversidad en aquella
sociedad tan monótona.
Prosperidad y crecimiento de
la población
Así
como en el período anterior la economía del país renació al amparo de la
evolución mundial favorable y la paz interna, bajo las administraciones de
Berro y Flores el tono de bonanza se mantuvo. La revolución de 1863 a 1865
alteró la marcha regular de la vida económica pero trajo un regalo imprevisto:
la Guerra del Paraguay.
Debido
a tres factores fundamentales la situación siguió siendo próspera:
a) Europa y EEUU vivía una coyuntura favorable que
sólo concluiría en 1873, y nuestros productos, en particular el cuero y la
lana, se beneficiaban de esa larga onda de buenos precios que comenzara en 1850;
b) El país incorporó un nuevo rubro a los tradicionales de su exportación:
la lana. Ello implicó duplicar la riqueza existente en la campaña, basada antes
sólo en el vacuno criollo que daba cueros, sebo y tasajo;
c) La Guerra del Paraguay brindó al Puerto de
Montevideo singulares ventajas. Fue el centro de aprovisionamiento de los
ejércitos aliados, en particular el brasileño.
La
población de 1860 volvió, como en los años posteriores a la Guerra Grande, casi
a duplicarse en 1868. De 221.000 habitantes el Uruguay pasó a contar 385.000.
Montevideo fue la región donde el incremento se observó con mayor nitidez. Los
58.000 habitantes de 1860 se transformaron en 126.000 en 1868.
El
papel de la inmigración fue de nuevo fundamental; el período en que arrojó
saldos más favorables coincidió con la activación comercial que vivió nuestro
puerto a raíz del conflicto con el Paraguay: 1865-1868. Unos 8.000 inmigrantes
anuales se incorporaban desde 1861 a la sociedad oriental. En 1867 quedaron en el país 17.000 inmigrantes.
Tal vez la cifra más aproximada para los años 1860-1868 se la de 50.000
extranjeros, en su mayoría italianos y españoles.
El
crecimiento mercantil, la industria de la construcción en progreso constante,
la actividad portuaria y la navegación de cabotaje intensísimas, todo ello hizo
del Montevideo de 1865 a 1868 una ciudad de extranjeros. En 1860 de acuerdo al
Censo, constituían el 48% de la población capitalina. En 1868 eran ya mayoría:
60%.
También
el campo los atrajo pues la explotación del lanar requería más mano de obra que
la del viejo vacuno criollo. La campaña se llenó de vascos franceses y
españoles, de ingleses y alemanes. Con el lanar, como luego observaremos, el
inmigrante con escasos recursos podía llegar a tener acceso a la propiedad de
la majada primero y la tierra después.
buen material
ResponderEliminargracias por compartirlo